Según la Biblia, un profeta bíblico es un hombre inspirado por Dios que recibe una palabra divina para transmitirla al pueblo y sus dirigentes. La temática de sus mensajes gira en torno a la justicia social y la fidelidad a Dios. Además, los profetas no solamente enseñaban, también traían revelación a través de la declaración de la verdad divina sobre temas contemporáneos y detalles sobre el futuro.
En la Biblia, se mencionan más de 133 profetas, entre ellos 16 mujeres. También cabe destacar que muchos otros profetizaron, como el caso de los 70 ancianos de Israel (Números 11:25) o los 100 profetas rescatados por Abdías (1 Reyes 18:4).
En el Nuevo Testamento, Juan el Bautista predijo sobre el mesías (Mateo 3:1). Por su parte, Jesús mismo vino como profeta, sacerdote, rey y mesías, cumpliendo muchas de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. La iglesia primitiva también tuvo profetas.
Es importante recordar, sin embargo, que la Biblia nos advierte sobre los falsos profetas, aquellos que pretenden hablar en nombre de Dios pero en realidad engañan a las personas que pretenden informar. En el Nuevo Testamento encontramos muchas advertencias contra los falsos profetas, quienes pretenden desviar a la gente de la verdad (2 Timoteo 4:3).
Significado bíblico de la palabra profeta y su importancia en la historia de Israel
El término profeta se refiere a una persona que logra entender y dar sentido a fenómenos inexplicables para la mayoría o consigue ver el futuro. En el ámbito bíblico, la palabra profeta deriva del hebreo compuesto por los vocablos nabí que indica al que es inspirado por Dios y roéh que significa vidente. En este sentido, profeta es el que mira a través de Dios.
Los profetas en las religiones monoteístas judía, cristiana y musulmana, son considerados siervos, instrumentos y representantes de Dios. Son los elegidos para la revelación de los secretos divinos y así guiar, a través de las predicciones, al resto de los fieles. En la historia de Israel, los profetas tienen un papel muy importante, ya que se encargaron de anunciar las palabras y la voluntad de Dios al pueblo judío. De hecho, algunos de los textos más importantes de la religión judía, como los libros proféticos que aparecen en el Antiguo Testamento, fueron escritos por profetas.
En el Antiguo Testamento, existen varios profetas, pero se considera a Isaías, Jeremías, Daniel y Ezequiel como los profetas mayores, ya que han dejado escritos proféticos de mayor extensión. Además, en la religión cristiana, se enseña que Juan el Bautista fue el último profeta antes de la llegada de Jesús de Nazaret, quien es considerado el mayor profeta, el mesías y el hijo de Dios.
La religión islámica también tiene sus propios profetas, que incluyen a Jesús de Nazaret y a otros profetas que se mencionan en la Biblia. Sin embargo, la diferencia radica en que el Islam enseña que el último profeta de Dios es Mahoma o Muhammad y no Jesús.
Profetas en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento, la función de los profetas cambió y pasó a los apóstoles, quienes escribieron la revelación autoritativa de Dios en la Biblia. Los profetas en este tiempo tenían la tarea de animar, exhortar y advertir a los hermanos según lo que Dios les revelaba. La profecía es una función importante, ya que puede obrar convicción en un incrédulo que accidentalmente entra a una reunión de los cristianos.
A pesar de que muchos opinan que la función de los profetas cesó después de los primeros apóstoles, existen pruebas de su continuación en el segundo siglo, como lo indican las instrucciones acerca de la recepción de apóstoles y profetas itinerantes en el libro «Didajé». Sin embargo, tanto los apóstoles como los profetas y sus dichos deben ser examinados y probados por la iglesia en conjunto, para evitar la falsificación y el desprestigio.
Un criterio importante para identificar a un profeta verdadero es que no teme confrontar al pueblo con verdades incómodas y anuncia fielmente lo que el Señor le encargó, a menudo reprensiones, anuncios del juicio y un llamado al arrepentimiento. Un falso profeta, en cambio, dirá lo que el pueblo quiere escuchar y les profetizará mayormente cosas positivas, para que se sientan «edificados», pero en un sentido carnal.
Así también, en el Nuevo Testamento, Juan recibió las palabras proféticas a las siete iglesias en las cartas en Apocalipsis 2 y 3 y tuvo que llamar al arrepentimiento a cinco de las siete iglesias. Además, los profetas son los encargados de advertir a la iglesia, ya que el juicio comienza con la casa de Dios. Cabe recordar que los verdaderos profetas sufren y están dispuestos a dar testimonio de sus convicciones a pesar de los riesgos.
Cuál es la diferencia entre un profeta y un vidente según la Biblia
La Biblia establece una clara diferencia entre un profeta y un vidente. Un profeta es un maestro que enseña las leyes de Dios y cómo vivirlas, llama al pueblo al arrepentimiento cuando sea necesario y da testimonio de Jesucristo. Por otro lado, un vidente es el que ve con ojos espirituales y percibe el significado de lo que a otros les parece incomprensible. Es intérprete y clasificador de la verdad eterna.
Los profetas verdaderos cumplen una función importante al actuar como mensajeros de Dios y hacer conocer su voluntad. Además, muestran que el camino a la felicidad humana se encuentra mediante la obediencia a las leyes de Dios. Llaman al arrepentimiento a los que se apartan de la verdad y se tornan en luchadores para que se cumplan los propósitos del Señor con respecto a la familia humana.
La elección de un profeta es una tarea divina. Es necesario cumplir con ciertas cualidades que Dios busca en sus representantes. El élder A. Theodore Tuttle respondió diciendo que principalmente, Dios debe elegirlo como su profeta. El Salvador mismo, hablando a sus Apóstoles, dijo: “No me elegisteis vosotros a mí sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto…”.
Las revelaciones que recibe un profeta pueden ser explicaciones de verdades que ya se han recibido o nuevas verdades que no estaban en poder del hombre. Tales revelaciones se dan solamente a la persona a quien correspondan, según el cargo oficial que tenga. Por otro lado, los videntes son intérpretes y clasificadores de la verdad eterna. Ven el futuro desde el pasado y desde el presente. Esto es mediante el poder del Señor que obra a través de él, directa o indirectamente, con la ayuda de instrumentos divinos tales como el Urim y Tumin.
En conclusión, la función de los profetas es sumamente importante en la religión y Dios los elige cuidadosamente para guiar a su pueblo. Los videntes, por su parte, tienen la capacidad de ver más allá de lo evidente, de captar las verdades eternas y de ayudarnos a entender los planes divinos para nuestra vida.