La Biblia habla de la impiedad como la condición de estar contaminado por el pecado. Esta impiedad se manifiesta en aquellos que actúan de manera contraria a la naturaleza de Dios, oponiéndose activamente a Él en desobediencia o teniendo un desprecio irreverente por Él. Los impíos son aquellos que están separados de Dios y enfrentarán el juicio (2 Pedro 3:7). La Escritura describe a los falsos maestros como impíos, aquellos que pervierten la gracia de Dios y niegan a Jesucristo como el único Soberano y Señor (Judas 1:4).
A pesar de que los impíos pueden ser malvados y tener palabras desafiantes contra Dios (Judas 1:15), de manera sorprendente, la Biblia nos habla de que Cristo se sacrificó por los impíos (Romanos 5:6-8). Dios muestra su amor para con nosotros, siendo aún pecadores, y justifica a los impíos revistiéndolos de la justicia de Cristo (Romanos 4:5). Aunque nuestra santificación es progresiva y todavía luchamos contra nuestros impulsos carnales, nada puede separarnos del amor de Dios por nosotros en Cristo (Romanos 8:31-39).
Es importante tener en cuenta que ser impío no solo tiene que ver con acciones malvadas o desafiantes contra Dios, sino que también se puede manifestar en actos de la carne y deseos del mundo que no están alineados con la naturaleza de Dios (2 Pedro 2:10). Por esta razón, la Biblia habla de la necesidad de confesar nuestro pecado y confiar en el perdón de Dios (1 Juan 1:8-9), y seguir transformándonos a su imagen (Romanos 8:29-30; 2 Corintios 3:18; Filipenses 1:6).
“Los impíos se caracterizan por ser ‘murmuradores y calumniadores’ que siguen egoístamente ‘sus propios malos deseos’, se jactan y adulan. Los impíos se burlan de la verdad de Dios e intentan dividir a las iglesias” (Judas 1:16, 18-19).
Definición bíblica de impiedad y ejemplos en la Biblia
La impiedad es un concepto recurrente en la Biblia, que se define como la carencia de fe en Dios y se relaciona con la inmoralidad, el pecado y lo maligno. También se refiere a la traición y a la falta de valores familiares o patrios. Según la Biblia, la impiedad tiene su origen en la soberbia, falsedad y deshonestidad, lo cual lleva a una forma de actuar cruel e impertinente.
La Biblia menciona numerosos ejemplos de impiedad, especialmente en el Antiguo Testamento. En estos textos, se describe a los impíos como seres perversos que llevan la maldad en su corazón. La impiedad también se presenta como una forma de rebeldía, propia de aquellos que retan a Dios y se oponen a su gloria. Según la Biblia, la impiedad debe ser destruida y no se le debe permitir gobernar.
En el Nuevo Testamento, la palabra “impiedad” evoluciona a la definición de rebeldía, propia de aquellos que se oponen a Dios y a su voluntad. Jesucristo condena la impiedad, ya que considera que estos actos son contrarios a la voluntad del Padre. El apóstol Pablo advierte a los cristianos que eviten la impiedad, ya que esto podría causar su perdición.
Concluyendo, la impiedad es un concepto amplio y complejo que incluye elementos como la falta de fe, la inmoralidad y la traición. La Biblia presenta numerosos ejemplos de impiedad y condena este comportamiento como contrario a la voluntad de Dios. Es importante recordar que la impiedad no solo es un problema antiguo, sino que sigue siendo una realidad en nuestra sociedad actual.