La concupiscencia es un término teológico cristiano que se refiere a un deseo intenso de obtener placer, que puede manifestarse en diferentes áreas de la vida, como el deseo sexual, la codicia o la inclinación a dejarse llevar por deseos descontrolados. En la mayoría de los versículos bíblicos donde encontramos esa palabra, su uso está relacionado con dejarse llevar por la naturaleza pecaminosa en algún área de nuestra vida.
¿Cómo se manifiesta la concupiscencia?
Puede decirse que la concupiscencia es el deseo desmedido de satisfacción carnal. Este apetito, que suele relacionarse con lo sexual, resulta opuesto a lo racional. Lo concupiscente gratifica los sentidos, mientras que la razón -indican los cristianos- debe subordinarse a Dios.
¿Cómo puedo vencer la concupiscencia?
Para vencer la concupiscencia es necesario llenar nuestra mente y corazón de la Palabra de Dios, como se menciona en 1 Juan 2:16: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre sino del mundo”. Es importante meditar en los versículos bíblicos y memorizarlos, para tenerlos siempre presentes en nuestra mente y en nuestro corazón. Debemos llenarnos del Espíritu Santo cada día y aprender a discernir su voz y su mover para estar atentos y echar fuera todo pensamiento o anhelo que no venga del Señor.
¿Cuál es la concupiscencia de los ojos?
La concupiscencia de los ojos es el deseo desordenado de ver y de ser visto y de los bienes que hacen aparentar y aparecer. En 1 Juan 2:16 se menciona que “los deseos de los ojos” provienen del mundo y no de Dios. Este deseo desordenado puede llevarnos a pecar y alejarnos de la voluntad de Dios. Es importante reconocer las tentaciones y llamar las cosas por su nombre para no dejarnos seducir por los malos deseos y pasar a la acción, lo que nos llevaría a vivir fuera de la voluntad de Dios.
¿Qué dice la biblia sobre la concupiscencia y cómo afecta nuestra vida espiritual?
La concupiscencia es un fuerte deseo apasionado que puede ser bueno o malo, dependiendo de su objetivo y motivación. En la biblia, este término se asocia comúnmente con un deseo por algo que Dios ha prohibido, como el deseo sexual o materialista. Este tipo de deseo es considerado pecaminoso y puede afectar nuestra vida espiritual.
El pecado comienza cuando permitimos que un deseo perverso “nos arrastre” de donde nuestros corazones necesitan estar. La tentación es una razón por la cual somos “arrastrados” por este deseo. Debemos rechazarla inmediatamente como José lo hizo cuando fue tentado por la esposa de Potifar. La duda abre la puerta a la tentación. En lugar de ello, debemos centrarnos en el camino que Dios ha puesto delante de nosotros.
Sólo cuando nuestros corazones están dedicados a la gloria de Dios podemos vencer los deseos intrusos y conquistar la concupiscencia. Debemos permitir que el Espíritu Santo mantenga nuestros pensamientos donde él quiere que estén. El Salmo 42:1-2; 73:25 nos muestra que Dios creó el corazón humano con la capacidad para un deseo apasionado con el propósito de que anhelemos a él y a su justicia.
Como se muestra en la historia de Sansón, un fuerte deseo apasionado puede ser una debilidad cuando no se controla adecuadamente. Por lo tanto, es importante recordar lo que dice la biblia acerca de la concupiscencia y cómo afecta nuestra vida espiritual para mantener nuestros corazones y mentes enfocados en Dios.
Definición de concupiscencia según la teología católica
La concupiscencia es un deseo exagerado de satisfacer necesidades terrenales, ajeno a lo espiritual y lo profundo. En la teología católica, la concupiscencia no es en sí misma un pecado, pero es el origen del acto pecaminoso. Según la doctrina cristiana, todos los seres humanos nacen con una mancha de pecado original, lo que hace que tengan una propensión a actuar alejados del mandato divino. El control de la concupiscencia es necesario para acercarse a Dios.
Tipos de concupiscencia
La teología católica habla de dos tipos de concupiscencia: la concupiscencia actual, que es la que se refiere a los deseos desordenados, y la concupiscencia habitual, que es la tendencia a sentir esos deseos. La concupiscencia actual es el deseo que surge en el momento y que lleva a la acción pecaminosa, mientras que la concupiscencia habitual es una tendencia o inclinación que se mantiene en el tiempo y que puede llevar a caer en el pecado.
La sexualidad en la definición de concupiscencia
La sexualidad es un aspecto importante en la definición de la concupiscencia, ya que se suele asociar con los deseos carnales y sexuales. En la moral cristiana, el disfrute libre de la sexualidad es condenado, por lo que lo concupiscente es pecaminoso y se opone a Dios. La forma adecuada de vivir la sexualidad según la teología católica es en el seno del matrimonio y con el fin de la procreación.
La concupiscencia en la historia bíblica
La concupiscencia ha sido protagonista de historias y pasajes bíblicos, como el caso de Adán y Eva, que desobedecieron el mandato de Dios y comieron del árbol del conocimiento. También se habla de David, quien cometió adulterio con Betsabé y urdió un plan para hacer matar a su esposo. La lección que se extrae de estas historias es que los impulsos internos deben manejarse de manera racional y con prudencia para no alejarse del camino de Dios.
Significado de la concupiscencia en la teología cristiana y su relación con el pecado original
La concupiscencia es un término que se utiliza para referirse al deseo humano por aquellas cosas que le producen placer, no solo en términos sexuales, sino en todas las dimensiones de la conducta humana. En sentido teológico, se refiere a la apetencia de los placeres de los sentidos y de los bienes terrenales, que se convierte en algo negativo cuando estos deseos se oponen radicalmente a la voluntad divina.
La Iglesia Católica distingue entre concupiscencia actual, que son los deseos desordenados, y concupiscencia habitual, que es la propensión a sentir esos deseos. La concupiscencia no se identifica en la moral católica con el pecado, sino con la inclinación a cometerlo. Sin embargo, en la fe cristiana sí se identifica con el mal, ya que la concupiscencia, cuando haya concebido, da a luz al pecado y el pecado, una vez consumado, engendra muerte.
La etimología de la concupiscencia proviene del griego epithumia y del latín concupiscentia, que deriva de la forma verbal cupere y que significa desear ardientemente, ambicionar, ansiar. Para la mayoría de los teólogos protestantes, el pecado original corrompió la naturaleza humana, hasta entonces inclinada al bien, y para los ortodoxos y los católicos privó al ser humano del don que hasta entonces compensaba la propensión de la naturaleza humana, desde su origen hacia el mal.
Para la Iglesia Católica, Copta y Ortodoxa, por el bautismo Dios perdona al cristiano todos sus pecados, aunque permanecen muchas de las consecuencias del pecado original, por lo que no recupera el don perdido. Los protestantes están divididos ya que, por una parte, algunos consideran que el bautismo no perdona ningún pecado, mientras que la gran mayoría piensa que el bautismo es necesario para la salvación.